Siempre tuve una bocota increíble. Yo lo sabía. Siempre lo
supe.
Esa necesidad imperiosa de decir lo que pensaba. Todo lo que
pensaba al primer pelotudo que tuviera al lado.
Yo siempre supe, o siempre debí saber que esa habilidad no
iba a conducirme a ningún lado. Por mi bocota, suprema, libre y orgullosa había
perdido mi trabajo anterior. Y por mi bocota estaba a punto de perder mucho más
que el próximo a conseguir.
¡Mira que caer tan bajo como para venir a pedirle empleo a
este hijo de puta! A este cuervo sin alma que me gozó siempre. A este pija
corta que se cojía a mi mujer cuando yo tuve aquello con Elena. ¿Quién me manda
a arrodillarme así frente al enemigo?
Mi mujer, claro, mi mujer me manda. Y yo soy un sometido más
con una boca que puede causar motines pero que no puede oponerse al capricho de
esa gorda acéfala que es la madre de mis hijos. Y yo acá, suplicándole por
trabajo a este energúmeno.
Que espere un momento en el patio. Encima me dice que lo
espere y encima manda a otro a justificarme su demora. Criados sin alma que se
someten a la miseria de este millonario. Y tener que arrodillarme ante él me
provoca nauseas. Me suda el cuello. Me baja la presión.
Estoy en desventaja. Este infeliz podría decirme que no y
reírseme en la cara. Este infeliz podría pisotear mi dignidad como pisotea de
la todos esto norteños idiotas.
No será así. Mi nombre no es un nombre que quepa bajo las
botas de nadie.
-¿El baño?
- Apenas entra a la casa, doblando a su izquierda.
Volver a entrar a esa casa. A esa mansión inmensa. A esa oda
al consumismo estupro.
Volver atrás cuando creía haber salido de esto.
El baño era enorme. Incluso desproporcional para semejante
casa. Desproporcional para cualquier construcción de la existencia. Rebalsado
de espejos y pulcros mosaicos, refregados por las manos de mil bolivianos.
-Ninguno de tus lujos te los ganaste en buena ley.
¿Qué se podía pensar de un hombre que le dedica tanto lugar
al espacio donde deposita la mierda? Incluso su baño tenía quizás más lujos que
la completad de mi casa.
-Señor, quería saber si se encuentra bien. Lleva ahí un
rato.
-Sí, me encuentro bien. Ya salgo.
Una casa rodeada de criados para atender la soledad de su
persona. Venir a tener tanto y no querer compartirlo con nadie solo habla peor
del ser patético al que vengo a pedirle empleo.
Y hacerme esperar acá, entre la tierra blanda de la
construcción de una pileta, también irrisoriamente desproporcional para su
soledad. ¿Pero para que puede querer tanto si este tipo esta tan solo?
Estos pibes sin alma y sin sueño laburando de sol a sol para
satisfacer los lujos de este parásito. Las injusticias de la vida.
Estos pibes a los que no confiaría ni una tijera,
manipulando palas brillosas manchadas con la tierra húmeda de un verano con
mangueras mal aprovechado.
Esta tierra húmeda, esas palas brillosas, estos pibes sin
alma y nadie para preguntar por el paradero del cuerpo.
-Che, ¿Y es fácil cavar acá?
Yo y mi bocota. Y la rapidez mental de estas lacras sin
alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario