martes, noviembre 27, 2007

Segura derrota.

Me deje rendir, cuando me supe sin armas, sin fuerza.
Me deje rendir cuando encontré inútil luchar por ti.
Me deje rendir cuando ya habías hecho una decisión, y yo no me encontraba en ella.
Me deje rendir cuando no hallaba lugar para mí en tu vida, y era muy incomodo pedírtelo.

Me deje rendir o me quede sin ganas.
Me quede sin ganas o tuve que aceptar tus prioridades.

Fue lo más razonable,
O fue lo único, lo único que podía hacer.

Me deje rendir porque me sentía perdida.
Me deje rendir porque cada vez me volvía más inútil, más dependiente.
Me deje rendir, no se, por que era lo que pretendías.
Que me rindiera, que me rindiera sola, desgastada y sin fortalezas.

Y me deje rendir, y no conseguí nada.
Tampoco era que estuviera esperando algo, pero quien sabe.

Solo me deje rendir, y comencé a buscarle un nuevo sentido a todo esto.
Si, claro, como si todo esto tuviera algún sentido.

Me deje rendir por ociosidad o por conformismo.
Me deje rendir y punto, sin razones, explicaciones o motivos.
Y si de todas formas los tuviera, no habría nadie que quisiera escucharlos.

Me consumí en una segura derrota.
Me vestí de banderas blancas.
Deje volar a miles de palomas.
Y aún no comprendiste que vine en son de paz.

De todas formas, pacifica y blanca se que no existo.
Ni tampoco en guerra, en guardia,
O disparando contra ti.

María Sofía Borsini – Martes, 27 de noviembre de 2007.

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