sábado, enero 26, 2008

La eternidad.

Todo el mundo que necesitas está aquí, entre tu espalda y el último milímetro de tu dedo anular, entre el ángulo exacto que me queda para acomodarme dentro de tus brazos, mover un poquito la cabeza y besarte igual.

Y si es posible, no dejar de besarte nunca, nunca, nunca, nunca jamás.

Y si cae la noche y estas acá, no me importan la noche, el frío, el viento, la lluvia, la oscuridad ni el sol, si lo estuviera.

Me importas vos, tus labios perfectos, tus manos más perfectas aún, tu tacto puntual, tus ojos fastuosos, lo escondido tras ellos, tu mundo interior, atrapante, apasionante, inacabable, lejano y cercano a la vez, de nuevo tus labios, y tu hermosa (hermosa, hermosa, hermosa) manera de decir te amo.

Y ahora si, mucho menos me importara la tormenta, los truenos, relámpagos y el fin del mundo que hay afuera si estas junto a mí.

Y lo estas, y lo estarás siempre. Entonces, listo, no me importa nada, absolutamente nada más, quedamos vos y yo, y la eternidad.

María Sofía Borsini – Sábado, 26 de enero de 2008.

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