Le basto solo ver la daga frente a él para terminar de decidir sus pensamientos.
Recorrió la habitación una vez más sin dejar de observar el reloj.
Y fue entonces, en el minuto 61, cuando descubrió que le gustaba ser irreal.
Dio dos pasos al frente para acercase al espejo, y cuando estuvo frente a él, miro profundamente los ojos de su peor enemigo (sus propios ojos) y luego de pensarlo dos milésimas de segundo, estiro su brazo con todas sus fuerzas apuñalando el cristal.
Inmediatamente sintió el impacto, soltó la daga aferrándose a su ser. Y con sus manos ensangrentadas vio, mientras caía lentamente, como frente a él se partía en mil pedazos, su propio reflejo.
María Sofía Borsini – Domingo, 16 de diciembre de 2007.
domingo, diciembre 16, 2007
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