5. Nuestros días.
Las charlas se hacían cada vez más sucesivas.
Y cada vez más interesantes.
No podía creer todo ese mundo que habitaba dentro de ella.
No podía creer como la habían condenado a esta cárcel blanca.
No podía creer que alguien pensara que estaba loca.
Cuando la medicación hacia su efecto sus labios dejaban de moverse.
O se movían lentos, imperceptibles.
Y ahogaban palabras.
Palabras que parecían tontas, pero no lo eran.
Y hablaba cada vez más despacio, hasta casi no emitir sonidos.
Y a veces no podía escucharla, pero cuan hermosos eran sus labios al moverse.
Creo que conocí la felicidad solo por ver esos labios.
Solo por concentrarme en ellos y en su movimiento.
A veces no necesitaba escucharla,
Solo con ver sus labios sabía que lo sabía todo.
Solo con verla mover sus labios.
Había encontrado a mi ángel,
Ahora soy feliz,
Ahora puedo morirme en paz.
María Sofía Borsini
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