Jamás la encontré en esta tierra.
Cuanta suerte tenía.
Volaba, volaba cada día en otra dirección.
Hoy estaba en Paris o en Roma.
Mañana volaremos juntos.
Si es que me permite acompañarla.
Hablaba con más cordura que realidad.
Cuando hablaba.
A veces, solo callaba en silencios eternos.
Y aun así yo podía comprenderla.
Lo sabía todo
Y no sabía nada.
Encerrada en su burbuja de cristal
Presa en su cárcel de ansiolíticos.
Eterna y sola.
Asustada tras su pared.
Pero viva.
Siempre viva en su mínima necesidad.
María Sofía Borsini
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